Este año, Halloween parece haberse adelantado. Durante la campaña electoral, muchos candidatos salen a las calles repartiendo "dulces", esperando que esos gestos les sean devueltos en votos. Pero, a diferencia de la noche de brujas, donde la travesura ocurre si no entregas un dulce, en esta versión política, el truco no es opcional. Incluso después de recibir el dulce, la travesura se hace inevitable una vez que esos candidatos son electos.
Este "dulce" electoral, que puede tomar la forma de regalos, favores o pequeñas donaciones, busca seducir a los votantes en el corto plazo. Aquí es donde entra en juego un poderoso fenómeno psicológico: la reciprocidad. Según la teoría de la reciprocidad, cuando una persona recibe algo, se siente moralmente obligada a devolver el favor de alguna manera. Este mecanismo, ampliamente estudiado en la psicología social, es utilizado estratégicamente por algunos candidatos, quienes, al ofrecer un regalo, crean una sensación de deuda en los votantes. ("Nos sentimos incómodos cuando recibimos algo sin devolver nada a cambio," explica el psicólogo Robert Cialdini en su obra "Influence: The Psychology of Persuasion").
Sin embargo, lo que sigue después es la verdadera travesura. Una vez en el poder, estos mismos candidatos siguen proyectando las prácticas que utilizaron para ganar. Así es como el clientelismo se convierte en un veneno invisible. Los clubes deportivos, las organizaciones comunitarias y los grupos de vecinos que un día reciben una ayuda simbólica durante la campaña, luego se ven en la obligación de "pagar" ese favor con apoyo político constante, limitando sus oportunidades reales de crecimiento.
Es un ciclo vicioso que perpetúa la falta de desarrollo real. Y mientras tanto, ¿qué ocurre con la verdadera labor de un concejal? Fiscalización, planificación del desarrollo comunal, y la defensa de los intereses de la comunidad... travesura.
El rol de concejal en Chile es claro: deben ser quienes representen los intereses de la ciudadanía, fiscalicen al alcalde y a la municipalidad, velen por una correcta administración de los recursos públicos y promuevan el desarrollo sostenible de la comuna. Pero cuando el clientelismo domina la agenda, estas funciones quedan de lado, y las prioridades de la comuna se subordinan a los intereses de quienes han entregado dulces.
Hualqui no necesita más travesuras electorales. Lo que nuestra comuna necesita no son promesas vacías ni regalos puntuales, sino una visión de largo plazo. Un desarrollo rural sostenible que asegure el acceso al agua potable, infraestructura vial adecuada y calles iluminadas para todos. Queremos oportunidades de capacitación para nuestros vecinos que les permitan crecer de manera autónoma, sin depender de favores.
Requerimos una ampliación de los espacios de participación ciudadana, como los Planes de Desarrollo Estratégicos Vecinales (PLADEV), donde cada sector tenga una voz activa en las decisiones que los afectan. Y necesitamos fortalecer las alianzas estratégicas con organizaciones sociales y académicas que nos ayuden a proyectar un futuro más justo y equitativo.
La política no debe ser un juego de dulce o travesura, donde los dulces se dan a cambio de votos, y las travesuras se esconden detrás de un manto de populismo. Debemos rechazar esas prácticas que solo perpetúan la dependencia y el estancamiento. En cambio, apostemos por la transparencia, la fiscalización real y un liderazgo que tenga la visión de largo plazo que nuestra comuna necesita.
El futuro de Hualqui no puede comprarse con dulces ni construirse sobre travesuras. Se edifica con trabajo honesto, transparencia y soluciones que vayan más allá de la próxima elección.
En estas elecciones, no caigamos en las trampas del clientelismo. Exijamos un liderazgo comprometido con un futuro sostenible y equitativo para Hualqui.